El Iter (del latín, camino) es un proyecto internacional en el que participan la UE, Estados Unidos, Japón, la India, China, Rusia y Corea del Sur. Todos trabajando por separado para construir las partes que a cada uno le corresponde y en conjunto en Cadarache. De este modo, también se crean industrias de suministros acordes a la magnitud del proyecto por todo el planeta. Una empresa española, por ejemplo, es la encargada del suministro de una de las piezas: el diversor del tokamak (ver cuadro 6 del gráfico).
Se trata de una Babel científica sin precedentes que pretende emular el funcionamiento de las estrellas para dar un salto cualitativo en la energía nuclear. La técnica actual se basa en la fisión, es decir, en la división de átomos. Pero el Iter pretende demostrar que la fusión (la unión de átomos) es rentable energéticamente. Otros proyectos ya han experimentado en esta línea. El mejor resultado lo ha ofrecido el JET –situado en el Reino Unido–, que a partir de un consumo de 23 MW logró generar 16 MW, una proporción que en la jerga se conoce como Q=0,65. El objetivo del Iter es alcanzar Q=10, es decir, generar 10 veces más energía que la que consume: obtener 500 MW a partir de 50 MW.
Presente contra futuro
Este proyecto comenzó a fraguarse en los años 80, pero hasta hace apenas cuatro años no se concretó y las obras sólo ahora están empezando. Los planes son que esté terminado en 2019, funcione durante 20 años y se desmonte en otros cinco años más. En paralelo, y una vez que se compruebe su eficacia energética, se iniciaría, dentro de la UE, una iniciativa orientada a la producción a gran escala de electricidad por medio de esta tecnología.
Sus defensores creen que la fusión puede resolver muchos de los problemas energéticos actuales. Sus dos principales materias primas están en la naturaleza en abundancia: el deuterio, en el agua, y el tritio se obtiene a partir del litio, que se encuentra, con relativa abundancia, por todo el mundo. Pero también es cara. Al funcionar por las aportaciones de cada país colaborador, que se hacen principalmente en especie (piezas concretas), no hay un presupuesto general. Pero los cálculos lo sitúan en unos 15.000 millones de euros. La UE aportará el 45%: 6.600 millones según un acuerdo alcanzado la semana pasada después de meses con la negociación atascada ante el crítico presente que viven las arcas comunitarias. Inicialmente se había previsto destinar 2.700 millones de euros. Ésta es la crítica de los ecologistas, que consideran el proyecto demasiado costoso para unos resultados inciertos y demasiado a largo plazo. Creen que invertir ese dinero en otros proyectos de renovables tendrían un resultado mejor. Iter, en la teoría, ofrecería mucha energía a un coste bajo, sin producir emisiones y sin restos de combustible radioactivos, aunque sí materiales contaminados. Es decir, la energía del futuro. Si el Iter funciona. Un proyecto enorme El Iter es el mayor experimento científico. Sus instalaciones, formadas por una treintena de edificios, ocuparán un espacio de 100 hectáreas en el sur de Francia. Sólo la construcción destinada a acoger el tokamak (donde se producirá realmente la fusión) tiene una altura de 60 metros, como un edificio de 20 plantas. Fusion for energy es la entidad de la UE creada para gestionarlo y tiene sede en Barcelona. Para ella trabajan ya 130 ingenieros, que llegarán a ser 350. El transporte de las piezas (que llegarán en barco al puerto de Marsella) obliga a ampliar las carreteras; y para atender a los científicos de todo el mundo hay que construir colegios. Y todo, cuidando las especies protegidas de la zona. Un reto también logístico. Fuente: 20 Minutos