La sonda Rosetta de la
Agencia Espacial Europea, un ingenio astronómico que lleva
una década viajando por el Sistema Solar, se prepara para salir este lunes de su hibernación y preparar el primer aterrizaje de la historia en un cometa en vuelo.
"Tengo bastante confianza en que funcionará. El momento clave será el 'despertar' de la sonda tras casi dos años y medio en hibernación", explicó Nicolas Altobelli, uno de los científicos de la ESA que participan en la misión.
Los astrónomos consideran que los cometas son algo así como los primeros ladrillos con los que se construyó el Sistema Solar y, quizá, los vehículos que trajeron agua a la Tierra y posibilitaron la aparición de la vida.
"Se cree que se originaron al inicio del Sistema Solar, hace unos 4.500 millones de años, y que se mantienen casi idénticos a su nacimiento", agrega el experto.
Para resolver esos y otros enigmas, la ESA ha consagrado 1.000 millones de euros (unos 1.365 millones de dólares) a esta ambiciosa misión que despegó en marzo de 2004 a bordo de un cohete Ariane 5 desde el Centro Espacial Europeo de Kurú, en la Guayana francesa con rumbo al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko.
Rosetta ha llegado al momento clave de su tarea
Desde entonces, Rosetta ha dibujado una compleja serie de órbitas, aprovechando en cuatro ocasiones el impulso gravitatorio de la Tierra (2005, 2007, 2009) y de Marte (2007), y ha llegado al momento clave de su tarea.
Si todo sale como está previsto, este lunes a las 10.00 GMT el reloj del ordenador central de la nave hará sonar el despertador y Rosetta, dormida para ahorrar combustible, apuntará con su antena a la Tierra y volverá a enviar información a las estaciones de control.
El aparato, que viaja a 135.000 kilómetros por hora, estará aún a nueve millones de kilómetros de su objetivo. Para empezar a preparar ese ambicioso aterrizaje primero probará que todos sus instrumentos científicos funcionan correctamente tras el largo periplo.
En mayo, cuando Rosetta esté a solo dos millones de kilómetros de su anfitrión, acometerá la que se considera la maniobra crítica, en la que corregirá su velocidad y su trayectoria, y empezará a enviar fotografías del 67P/Churyumov-Gerasimenko.
En agosto, más de diez años después de salir de la Tierra, llegará a las proximidades del cometa. Entonces se dedicará a cartografiar la superficie y enviará datos a la Tierra para encontrar "el mejor lugar de aterrizaje".
Una vez seleccionado el punto idóneo, la sonda liberará un vehículo de 100 kilogramos de peso, Philae, que se posará sobre el cometa.
El aterrizaje es más complejo por la casi ausencia de gravedad
"Lanzará arpones al suelo para anclarse porque la gravedad es muy baja y de no ser así, rebotaría", resume Altobelli, que explica que la casi ausencia de gravedad hace que el aterrizaje sea, en principio, más complejo que el de un aparato similar en la superficie de Marte.
Ese vehículo, que dispone de nueve herramientas como analizadores de gas, cámaras panorámicas y sondas para analizar las ondas de radio del núcleo, pasará entre uno y dos meses tomando fotografías y recogiendo muestras que analizará junto con su sonda matriz, que orbitará mientras tanto alrededor del cometa.
Cuando sus paneles solares se cubran de polvo, Philae dejará de funcionar. Pero la sonda Rosetta permanecerá orbitando alrededor del cometa y recopilando datos durante al menos otro año.
Para ello cuenta con diez complejos instrumentos científicos, entre los que se cuentan el telescopio ALICE, diseñado para captar la franja electromagnética ultravioleta, la cámara OSIRIS, y varios espectómetros de masa para analizar el polvo y la atmósfera del cometa.
El 67P/Churyumov-Gerasimenko pasará por su punto más cercano al sol (agosto de 2015), mientras Rosetta sigue orbitando a su alrededor y recogiendo datos.
"Por primera vez seremos capaces de analizar un cometa durante un largo período de tiempo" y eso nos dará "una visión interna de cómo 'trabaja' un cometa para ayudarnos a descifrar el papel que desempeñan en el Sistema Solar", sintetiza Matt Taylor, científico que interviene en una misión de la que España es responsable del 7 %, a través de empresas como Alcatel Espacio, Astrium Crisa, GMV, GTD, SENER y Tecnológica.
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