La carrera por encontrar fuentes energéticas en los rincones más insospechados de la ciencia se ha vuelto frenética en los últimos años. Desde simples algas a alta tecnología, diversas disciplinas se unen en la búsqueda común.
En este contexto, un botánico acaba de aportar su propia solución al debate energético. En el año 2002, explorando un bosque lluvioso de la Patagonia a la caza de especies vegetales exóticas que pudieran contener microbios "útiles", Gary Strobel, de la Universidad del Estado de Montana (EEUU), recogió un buen botín de especímenes vegetales.
Entre los matojos recogidos había ramas de ulmo ('Eucryphia cordifolia'), un antiguo árbol chileno, sobre las que crecían unos hongos. Eran ejemplares de 'Gliocladium roseum', y estaban produciendo... gases.
Esto animó a Strobel y sus colaboradores a continuar investigando el hongo, lo que les llevó a descubrir que, en condiciones de laboratorio, con bajos niveles de oxígeno, el hongo producía muchos de los compuestos que conforman el diésel (hidrocarburos volátiles). Es decir, mico-diésel.
"Éstos son los primeros organismos hallados que fabrican alguno de los ingredientes del diésel", dice Strobel en el comunicado emitido por la Universidad de Montana. "Es un gran descubrimiento". Los resultados de la investigación aparecen publicados en 'Microbiology'.
"El principal valor de este decubrimiento no es el organismo en sí, sino los genes responsables para la producción de esos gases", explica Strobel. "Hay ciertas enzimas que son responsables de la conversión de sustratos como la celulosa en micodiésel".
No obstante, Strobel es consciente de que se trata tan sólo de un primer paso experimental, y que el camino hacia la comercialización es largo y lleno de obstáculos. De momento, el potencial del hongo ha despertado el interés de otros científicos, quienes han comenzado ya a estudiar su genoma.
Fuente: elmundo.es
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