No hace falta marcharse muy lejos para disfrutar de unas vacaciones de lujo. Tampoco es imprescindible tener la nómina de un directivo de banca
1. Bajo el Olimpo Celta
CarnotaA Coruña -
GaliciaEs difícil evitar el pasmo al ver por primera vez el amplísimo arenal níveo en forma de herradura.
La playa, de 7 kilómetros de largo, es la mejor de las atlánticas españolas. Justo detrás se avista O Pindo, el Olimpo celta (637 metros de altura al borde mismo del océano), un lugar metafísico donde pacen los asturcones y manda la leyenda: el granito es caprichoso y ha construido desde gigantescos guerreros hasta un lecho sobre el cual, según cuentan, todo acto de amor heterosexual termina en embarazo. Para culminar el tipismo, dos horreos, a escasos metros uno del otro, se disputan la condición de ser
el más largo del mundo.
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2. Jugar a ser Astérix
Os AncaresLugo -
GaliciaEl áxis entre dos mundos geológicos, y acaso filosóficos, está justamente aquí: la frontera natural entre las zonas eurosiberiana y mediterránea. Os Ancares es una zona de contacto viva, habitada desde tiempos prerromanos por su privilegiada situación estratégica. Para el visitante de hoy ofrece una soprendente diversidad vegetal, fruto del desnivel, que pasa en unos pocos kilómetros de los 300 metros del valle del Navia hasta los casi 2.000 del Mustallar, el bello pico rey de la sierra. Juegue a ser Astérix: han reconstruido bellas
pallozas, las viviendas de planta ovalada, techo de colmo, paredes de mampostería y lareira donde convivían, hasta hace bien poco, personas y ganado.
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3. Una playa en un prado
Gulpiyuri
Llanes - Asturias
Una playa hundida en medio de un prado y a 100 metros del mar. Eso es Gulpiyuri, en el concejo de Llanes: un pozo de agua salada, con una pequeña franja arenosa, en el que entran las mareas por cavernas que el mar ha excavado en el cuarzo de la costa. Es difícil de localizar, pero la sorpresa vale la pena. Para completar el asombro, una gira detenida por la espectacular
ruta de las magníficas casonas indianas de las que rebosa el concejo: mansiones construidas en el siglo XIX y la primera mitad del XX por los nativos que volvían de hacer las Américas. Destacan la modernista Casona de la Jabariega, en Poo, y el Palacio de Santa Engracia, en Pendueles. Para comer, quesos, por supuesto: desde el
ahumado de Pría hasta el azul de Pie de la Sierra.
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4. Ruina montium
Valle del Silencio - Las Médulas
León – Castilla-León
Lugar de retiro de eremitas en los primeros siglos del Cristianismo, el valle del Silencio, al sur de Ponferrada, mantiene algo de aquel espíritu. Lo demuestran los restos del sobrio monasterio de San Pedro (siglo VII) y el casi detenido en el tiempo pueblo de
Peñalba de Santiago, con una de las más notables iglesias mozárabes castellanas, fundada por San Genadio en el X. Un poco más al norte conviene no perderse Las Médulas, el antiguo yacimiento de oro que los romanos explotaron mediante la expeditiva técnica del
ruina montium: minar el interior de una montaña con galerías sobre las cuales se liberaban enormes masas de agua. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998, la montaña, que brilla con tonos rojos, sobrecoge y garantiza la diversión con sus innumerables túneles.
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5. Un capricho de Gaudí
Comillas - Cantabria
La Villa de los Arzobispos, otrora destino de verano de potentados burgueses de Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao, fue la primera población española con alumbrado público eléctrico. De aquel esplendor queda bastante: desde la inmensa Universidad Pontificia hasta el palacio neogótico de Sobrellano. Y, claro, El Capricho, una de las alucinadas obras menores de Antoni Gaudí, que lo diseñó tomando como motivo de inspiración la flor del girasol. No muy lejos está el Parque Natural de Oyambre con una imensa playa donde aterrizó, en 1929, el primer avión trasatlántico que llegó a España; la población de secouyas del Monte Cabezón, y los acantilados de vértigo de Oreña. En San Vicente de la Barquera permítase un lujo: pida un sorropotún, una marmita de pescado recién descargado por los barcos de bajura. Mapa.
6. La mejor ola
Urdaibai
Vizcaya - País Vasco
Declarado Reserva de la Biosfera, es el humedal más importante del Cantábrico.
La zona está integrada por breves valles volcados hacia el Golfo de Vizcaya en un estuario. La estrella es el biotopo de San Juan de Gaztelugatxe, franja costera entre la playa de Bakio y el cabo Matxitxako, con dos islas muy próximas: Aketxe y Gaztelugatxe, ésta última coronada por la ermita de San Juan, unida a tierra por un puente de piedra. Hacia oriente,
Bermeo, uno de los santuarios de la pesca del País Vasco. Muchas posibilidades de supurar adrenalina: kayak, piragüismo y, sobre todo, surf, con uno de los spots más renombrados de Europa, la ola de
Mundaka.
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7. Sierra del dragón
Aralar
Navarra
No es difícil echar la vista al suelo y encontrarse con un fósil. En Aralar, al noroeste de Navarra, la sierra de media montaña mejor conservada del norte de la Península, el tiempo parece haberse detenido: los hayedos son profundos, los senderos tranquilos y la paz, tangible. Otros atractivos: una ruta de dólmenes; ermitas como la de Santiago de Itsasperri; la impresionante cueva de Mendukilo, en Astitz, utilizada durante siglos como refugio de invernía para el ganado, y el santuario medieval de
San Miguel de Aralar, donde la leyenda sitúa la derrota y muerte de un pérfido dragón y que exhibe un singular retablo esmaltado románico.
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8. Soto sin luz solar
La Rioja Baja
Logroño – La Rioja
Estableciendo como base la capital de la comarca,
Calahorra, asentada en una vega que produce deliciosas verduras y fundada sobre los cimientos de la antigua Calagurris romana, La Rioja Baja ofrece magníficos secretos. Uno de ellos en
Alfaro, en cuya Colegiata anida la mayor colonia de cigüeñas blancas de Europa. Aguas abajo del Ebro es imprescindible la visita a la
Reserva Natural de los Sotos y entender que este tipo de exuberante bosque de ribera, ahora reducido al 4,5% de la superficie de la llanura del río, ocupaba hace décadas toda la zona. El de Alfaro, que se puede recorrer por un sendero circular de 4 kilómetros, es el único casi intacto, con densos sotos de sauces blancos, chopos negros, álamos y fresnos de hasta 15 metros de altura. Húndase con respeto en la espesura y compruebe como la luz del sol desaparece casi por completo y las plantas trepadoras la buscan con ahinco. En las riberas mismas, disfrute de los amplios carrizales, meandros, canales de inundación en desuso y una amplísima variedad de aves: milanos, gavilanes, ánades, ruiseñores, martines pescadores, zarceros, oropéndolas, currucas y chochines... Con suerte, paciencia y silencio quizá pueda avistar alguna nutria o un visón, especie introducida en la zona hace muy pocos años.
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9. Pirineo 100%
Ordesa-Monte Perdido
Huesca - Aragón
Parque Nacional desde 1918, Reserva de la Biosfera, Zona de Protección para Aves, Diploma del Consejo de Europa, Patrimonio de la Humanidad… Todos los galardones y figuras de protección son merecidos para este subyugante enclave pirenáico de 15.600 hectáreas dominado por el mayor macizo calcáreo de Europa, el Monte Perdido (3.355 metros), desde el que derivan, como brazos extendidos, los valles de Añisclo, Escuaín, Ordesa y Pineta. Todo lo que se puede esperar: glaciares, bosques, cascadas, cañones y barrancos. Se puede subir en un autobús-lanzadera (4,50 € ida y vuelta) desde la localidad de Torla. La capacidad máxima de visitantes simultáneos es de 1.800. Se puede acampar salvo en ciertas zonas.
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10. El buen vivir
La Bisbal d’Empordà
Girona - Cataluña
El buen vivir del Ampurdán resumido en la capital de la comarca baja, una urbe de orígen romano que conserva gran parte de la estructura urbana medieval. Si la cerámica decorativa es su tentación, este es el destino adecuado: es una de las primeras actividades del municipio y hay antecedentes históricos registrados desde 1.511. Puede comprobarlo en el
Terracotta Museu. Para refrescarse, un paseo en barca hasta el archipiélago de las
Medes, islotes situados a 900 metros de la costa, frente a la playa de Torroella de Montgrí. Fueron antiguo refugio de piratas y sus fondos son de los mejores del Mediterráneo para la práctica del submarinismo y la fotografía subacuática.
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11. Calas tramontanas
Costa norte de Ciutadella y Fornells
Menorca - Islas Baleares
La isla es una de las joyas de la corona del turismo en España, pero la costa norteña quizá sea la zona menos conocida de sus 700 ambientalmente muy diversos kilómetros cuadrados de extensión. Desde la boca del puerto de Ciutadella hasta cala Morell se extiende el área natural de la costa norte, en cuyas cuevas y barrancos se advierte la acción del fuerte viento de tramontana. Hacia el oeste, entre Ets Alocs y Fornells, la zona más virgen de Menorca, con el humedal de las marismas de Tirant y Lluria. Si apetece chapotear la mejor opción está en las bellas
calas de Pregonda y Binimel. También vale la pena un amanecer desde el acantilado de La Mola, junto a la albufera de Fornells: 120 metros de caída sobre el mar.
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12. Pompeya española
Sierra de Pela
Soria – Castilla-León
Humildes pero bellas
iglesias románicas de arenisca, barrancos rojizos donde anidan elegantes e impávidos buitres leonados y aldeas despobladas por el efecto llamada de la no muy lejana Madrid, a poco más de dos horas de camino. Elegante comarca de encinares de siglos, silenciosas noches sin un ápice de contaminación lumínica y añadidos sorprendentes: en
Tiermes están los yacimientos celtíberos de la Pompeya española, una ciudadela fundada en el 98 antes de Cristo que incluso tenía teatro y baños públicos.
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13. Medieval y barroca
Sigüenza
Guadalajara – Castilla-La Mancha
Conservada con un mimo casi mágico, Sigüenza sigue manteniendo, pese a la llegada de la modernidad y la proliferación del negocio del turismo, sus dos cualidades: la ciudad alta es medieval y la baja, renacentista y barroca. Además del tranquilo paseo sin rumbo, es obligada la visita a la catedral (iniciada en el año 1130), que guarda una Anunciación de El Greco y, sobre todo, la joya funeraria del sepulcro del
Doncel de Sigüenza, de Martín de Arce; la plaza Mayor semiporticada y el Museo Diocesano, con orfebrería, retablos y pintura. En los alrededores hay admirables pueblos de origen nobiliario como Palazuelos, Caravias y Pozancos, con iglesias del inacabable románico rural castellano. En Imón quedan todavía restos visibles de las
salinas que explotaron los Borbones hasta el siglo XVII y ahora se presentan como un ejemplo único de la arquitectura industrial de la época. El descanso puede llegar en la espectacular
Atienza, encaramada en un cerro y loada en el
Cantar del Mío Cid, donde, si el estómago llama, se puede optar por el cabrito, las sopas de ajo, los perdigachos o las melindres de hojaldre.
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14. Corazón del Bosque
La Tinença de Benifassà
Castellón – Comunidad Valenciana
La Comunidad Valenciana se asocia con frecuencia y casi en exclusiva a sus costas. Sin embargo, también en el interior de la región abundan los enclaves soprendentes. Es el caso de este Parque Natural, situado en los confines septentrionales de la comunidad, entre las comarcas de Els Ports y El Baix Maestrat. Agrupa siete pueblos muy bien conservados en las antiguas posesiones de un poderoso monasterio. Espesos bosques de pino negro y albar, abundante fauna mediterránea, sobre todo aves, y muchas rutas de senderismo. Compensa sacar tiempo para subir al
Tossal dels Tres Reis (Cerro de los Tres Reyes), que regalará al caminante una panorámica casi celeste que abarca, si la calima lo consiente, tierras de Teruel, Tarragona y Castellón. La historioa dice que los reyes de Aragón, Cataluña y Valencia se reunían aquí para parlamentar sin necesidad de salir de sus territorios. En la Pobla de Benifassà han establecido su retiro algunos artistas plásticos, con museos populares abiertos al público. Uno de ellos es Peter Buch, que tiene un jardín donde mandan el mosáico y el reciclaje.
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15. Huella de hiparión
Jumilla y Yecla
Murcia
El altiplano de la región de Murcia, donde el litoral comienza a fundirse con las llanuras, no recibe tanta atención como las muchas playas del Mar Menor, Mazarrón o Águilas. Esa situación no es de recibo. En torno a Jumilla, cuna del acreditado vino del mismo nombre, se entrecruzan interesantes y casi siempre tranquilas serranías como
El Carche, declarada Parque Natural Regional, desde cuyas alturas se practica el vuelo en parapente y ala delta. A sólo 13 kilómetros está el yacimiento paleontológico de la
Hoya de la Sima, el único de España con huellas del mioceno superior (hace de 5,6 a 7 millones de años) de animales como el hiparión, equino antecedente del caballo, el tigre dientes de sable, el oso, el antílope y el camello. La otra gran villa de la zona es Yecla, que cautivó a Azorín y Baroja por la elegante sensatez de su paisaje y carácter. Merecen una visita la cueva del Lagrimal, una de las muchas de la comarca, y el Monte Arabí, que alberga las pinturas paleolíoticas del
Canto de la Visera, con más de cien motivos sobre la roca. Si le gusta el cicloturismo, se sentirá libre: los senderos, caminos, cañadas y cordeles ganaderos son abundantes.
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16. Volcanes y El Quijote
Valle de Alcudia-Campo de Calatrava
Ciudad Real – Castilla-La Mancha
Ecos del Quijote, con múltiples referencias reales sobre el mapa -desde la penitencia amorosa en las fuentes de Magaña hasta la aventura de los batanes en Brazatortas, la divertida aventura de los batanes-, y de un pasado determinado por la ganadería y el paso obligado de los viajeros que transitaban el Camino Real de la Plata, que comunicaba Toledo y Córdoba durantes las edades Media y Moderna, el Valle de Alcudia y el Campo de Calatrava son comarcas manchegas hasta la médula y, por tanto, llanas y dignas... Y volcánicas: en la zona
abundan los volcanes muy activos durante el Plioceno y el Cuaternario (hace entre 1,75 y 8,7 millones de años). Todavía es posible percibir las depresiones de los cráteres, como los de la Yezosa, en Almagro, y Cerro Gordo, en Valenzuela de Calatrava. A unos 6 kilómetros del bello pueblo de Mestanza, en las estribaciones de Sierra Morena, está el de La Alberquilla, hoy convertido en laguna de 300 metros de diámetro, y en Granátula de Calatrava, el Columba, donde se asienta la ermita de la Virgen de Zuqueca, donde han aparecido estelas visigodas y un templo funerario de la Edad de Bronce. Para relajarse, en
Fuencaliente, al sur de la provincia, hay baños termales de antigua y merecida fama.
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17. Bancales africanos
Las Alpujarras
Granada y Almería - Andalucía
Bajo la protección del pico más alto de la Península, el Mulhacén (3.478 metros), y de toda la Sierra Nevada granadina, Las Alpujarras miran hacia África. Si el viajero no entiende, como es aconsejable, de reductores nacionalismos, puede incluso imaginar con razón que está en una comarca que tiene su corazón dividido y su sangre mezclada. Fueron los musulmanes quienes implantaron aquí el cultivo en bancales y el regadío por terrazas. También ellos trajeron la arquitectura blanca y los terrados planos colgados sobre los desniveles. Son 48 municipios, 40 en Granada y 8 en Almería, de media o alta montaña donde abundan los
rincones únicos, tan especiales como para permitir el crecimiento del almendro y la higuera. A sólo 50 kilómetros de vertiginoso descenso, la costa y las playas.
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18. Alcornoques y viento
Tarifa
Cádiz - Andalucía
La ciudad más meridional del continente europeo, visitada por fenicios, griegos y cartagineses, colonizada por los romanos y de notable grandeza desde que la fundara el jefe berberisco Tarif Ibn Malluk, sigue siendo una inexcusable referencia para los viajeros del presente, sobre todo los atraídos por los vientos que la convirtieron, desde los años 70, en meca de surfistas y, más tarde, de windsurfistas de todo el mundo. Los lugareños aseguran que no hay dos días seguidos sin viento en la localidad. A veces sopla el fuerte y calido Levante y otras el frío Poniente. El Estrecho de Gibraltar, con su efecto túnel, acelera al uno y el otro. Quien no desee participar de las emociones fuertes puede visitar el cercano
Parque Natural de los Alcornocales, con la masa de alcornoques más extensa del mundo (más de 170.000 hectáreas). Además de la especie reina, la flora es de catálogo: quejigos, acebuches, encinas y algarrobos; sotos fluviales de alisos y fresnos y especies supervivientes del periodo terciario, rododendros, alisos, laurel, fresno, avellanillo, acebo... Incluso existe un helecho, el
psilotum nudum, que se considera como una auténtica joya botánica al ser única en el hemisferio norte. La playa de Los Lances, abierta y muy venteada, es utilizada por centenares de miles de aves migratorias como zona de despegue para cruzar el Estrecho camino de África. También es probable que avistemos manadas de cetáceos entrando o saliendo del Mediterráneo.
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19. El Gran Lagarto
El Hierro
Tenerife - Canarias
La más pequeña de las Canarias es, sin embargo, la más diversa: desde áridos larijales y formaciones volcánicas (500 a cielo abierto y 300 cubiertos), hasta el oasis de fertilidad del valle del Golfo. Además: laurisilva en la zona central de la isla; una costa rocosa y abrupta, con acantilados como el de Las Casas de 1.000 metros de altura, cuevas (las de Don Justo tienen 6 km de longitud) y especies endémicas como el
lagarto gigante, que llega a medir metro y medio. Las grandes piscinas naturales del Monacal, la bahía de Timijiraque, con una de las pocas playas de arena de la isla –el resto son pedregosas y hermosamente negras–, el charco azul de Los Llanillos o el caprichoso bosque de sabinas mundialmente admirado son algunas de las opciones. Aún hay más, lo cual es pasmoso en 278 kilómetros cuadrados. Desde 2000 El Hierro es Reserva Mundial de la Biosfera de la Unesco.
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20. En busca del árbol de la niebla
Las Villuercas-Ibores
Cáceres – Extremadura
Acaso uno de los lugares secretos más apabullantes de toda España: cinco sierras (Alcornocal, Ortijuela, Alta, Viejas, Hospital del Obispo y Altamira), dos grandes ríos (Tajo y Guadiana), alta montaña y dehesas, sotos de castañares y encinas perfectamente conservados, abundantes cursos de agua, pueblos que aún conservan el viejo soplo de la vida tal como fue, restos de asentamientos celtas como el de San Cristóbal, en Logrosán, pinturas rupestres, senderos tan plácidos como el camino de Cañamero a Guadalupe, que se hace en unas cinco horas.... Y, como propina, cuadros de, entre otros, Zurbarán, Goya y El Greco en el museo del inmenso
Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Por si fuera poco, es una de las comarcas con más santuarios naturales de toda Europa. Encontraremos reductos de reductos de buitres leonados, alimoches, águilas imperiales y perdigueras, halcones peregrinos, búhos reales, las excepcionales cigüeñas negras, jinetas, gatos monteses, garduñas, tejones y linces ibéricos. Tampoco deben omitirse otros placeres más carnales: la miel con denominación de origen, el queso de cabra Ibores, los vinos de pitarra y los embutidos ibéricos. Como desafío final, un envite: baje a alguna de las múltiples y umbrías gargantas en busca del hermoso y escasísimo
árbol de la niebla, conocido en la comarca como ‘el loro’ y en los libros como
prunus lusitanica, una especie cuyas hojas canalizan el agia de la niebla y la dirigen hacia el suelo en un fenómeno conocido como ‘lluvia horizontal’. En el terciario, hace tres millones de años, las loreras cubrían buena parte de esta zona de la Península.
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Fuente: 20minutos.es
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