Casi cuatro años y medio han pasado desde que la NASA, sumida entonces en una grave crisis, se mordió las uñas durante días hasta que concluyó el aparatoso aterrizaje de
sus robots exploradores sobre Marte. Ahora, y aunque la situación es más relajada, tocará
volver a sufrir ante la inminente llegada de la misión que tomará el relevo de los ya célebres autómatas geológicos.
'Phoenix', una plataforma capaz de excavar, estudiar muestras y analizar el clima del planeta rojo, se encargará de profundizar en uno de los dilemas científicos más apasionantes de las últimas décadas: ¿hay, o ha habido, vida microbiana en Marte?
La misión buscará bajo el congelado suelo del ártico marciano y tratará de trazar una historia del pasado acuático del planeta en todas sus fases, desde hace miles de millones de años.
Antes, claro está, tendrá que posarse sana y salva sobre la superficie del planeta, en una complicada maniobra que comenzará a la 1.46 de la madrugada (hora peninsular española) y que ya ha sido bautizada como "los siete minutos del terror".
La 'Phoenix', que lleva nueve meses viajando, entrará en la atmósfera marciana a unos 21.000 kilómetros por hora. Durante los temidos siete minutos, tendrá que realizar una complicada serie de operaciones hasta reducir su velocidad a sólo 8 kilómetros por hora, justo antes de que sus tres patas toquen el suelo.
Primero será la propia fricción con la atmósfera la que decelere la nave, después se desplegará un sistema de paracaídas y, por último, unos retrocohetes permitirán que el amartizaje sea lo más suave posible. A las 1.53 de la madrugada (hora peninsular española), si todo ha ido bien, los técnicos tendrán la confirmación desde Tierra de la llegada de 'Phoenix' a la superficie.
Pese a que la NASA ha gastado 420 millones de dólares en la misión, el éxito no está garantizado. De hecho, más de la mitad de las naves que han tratado de aterrizar en Marte han fracasado. Los 'Mars Rovers', antecesores del Phoenix, aún ruedan por el suelo del planeta rojo, pero dieron muchos quebraderos de cabeza a sus responsables durante el amartizaje. El primero de ellos, Spirit, pasó días fuera de contacto y casi se dio por perdido.
Una maniobra compleja y arriesgada
Para complicar más las cosas, los tres últimos amartizajes exitosos, incluidos los de los Rovers, se realizaron con sistemas airbag que envolvían a los vehículos al tocar suelo. En esta ocasión, dada la pesada carga instrumental que lleva la Phoenix, no se dispondrá de esta medida de seguridad.
"No se trata de una visita a la casa de la abuela. Hacer descender una nave en Marte, de manera segura, es difícil y arriesgado", indica Ed Weiler, ejecutivo de las oficinas centrales de la NASA en Washington. La única ventaja es que el área donde aterrizará el vehículo es una de las menos rocosas del planeta.
Phoenix recibe su nombre de la mitológica ave Fénix. Al igual que el legendario animal, la nueva misión de la NASA ha renacido de sus propias cenizas: la estructura de la nave y algunos de los instrumentos provienen del viejo proyecto 'Mars Surveyor Lander', que se abandonó por falta de presupuesto.
Y otros instrumentos se inspiran en los que llevaba el 'Mars Polar Lander', uno de los vehículos que ha fracasado en su intento de posarse sobre el planeta rojo. Completa la misión la estación meteorológica acoplada al vehículo, costeada por la Agencia Espacial de Canadá por un valor de 37 millones de dólares.
La Agencia Espacial Europea (ESA), cuya sonda Mars Express se encuentra en la órbita del planeta rojo, también aportará un granito de arena al éxito de la misión, ya que prestará cobertura durante la complicada etapa de descenso y aterrizaje.
Las antenas de espacio profundo de la ESA, incluida la situada en Cebreros (Ávila), también han colaborado durante los últimas días para determinar si la nave se acercaba al punto de aterrizaje con el ángulo correcto, lo que parece que así ha sido. La nave se encamina hacia una latitud cercana al polo norte, equivalente a Groenlandia o al norte de Alaska.
Estas regiones árticas nunca han sido exploradas en profundidad, pese a que la gran cantidad de agua que albergan, en forma de hielo subterráneo o vapor atmósferico, las hacen especialmente interesantes desde el punto de vista científico.
Si el amartizaje se salda con éxito, la 'Phoenix' desplegará sus instrumentos y empezará a trabajar a pleno rendimiento pasados 90 días marcianos (que duran 40 minutos más que los de aquí).