Lo cierto es que resulta físicamente imposible. El agua marina contiene grandes cantidades de sal (cloruro sódico), concretamente más de 10 gramos por litro si hacemos el promedio de todos los océanos del mundo. Las moléculas del jabón común están compuestas por átomos de sodio unidos a ácidos grasos.
Si hay demasiados átomos de sodio en el agua, como ocurre en el mar, se
impide la entrada de más sodio en forma de moléculas de jabón, y éste
no se disuelve. Es lo que se conoce como el “efecto del ión común”.
Los marineros resuelven este problema usando jabones especiales que en lugar de sodio contienen potasio, también denominados jabones blandos o jabones de marinero.
Los marineros resuelven este problema usando jabones especiales que en lugar de sodio contienen potasio, también denominados jabones blandos o jabones de marinero.
Pero... ¿Por qué limpia el jabón?
El método de fabricación, empleado desde los babilonios, se llama
saponificación: calentar grasas con las cenizas de plantas alcalinas,
que produce jabón, agua y glicerina. Lo que confiere al jabón su
peculiar habilidad para limpiar la ropa es que sus moléculas tienen doble personalidad: un extremo huye del agua –es hidrófobo– y tiende a unirse a la grasa, mientras que el otro es hidrófilo,
le encanta el agua. Obviamente el efecto ‘tirón’ del lado hidrófilo
debe ser mayor para poder arrancar la suciedad de la ropa, al que
ayudamos cuando frotamos la prenda. Al final queda una diminuta gota de
suciedad rodeada por una envoltura de jabón, un proceso que se ve
favorecido en agua caliente. Ahora bien, el jabón ve reducida su
efectividad si se lava en agua dura, que contenga gran cantidad de sales
minerales –de calcio y magnesio principalmente–, porque reaccionan con
el jabón formando un precipitado insoluble que da a la ropa un tacto
como si hubiera sido almidonada. De ahí que usemos suavizante.
Fuente: Muy Interesante
No hay comentarios:
Publicar un comentario